“Babygirl: deseo prohibido” – un thriller erótico sin juicios ni condenas

Con un título provocador y un elenco destacado, Babygirl: deseo prohibido se posiciona como un homenaje a los thrillers eróticos de los años ’80 y ’90, como Atracción fatal o Bajos instintos. Dirigida y escrita por la neerlandesa Halina Reijn, la película combina polémica y sensualidad al explorar los deseos ocultos y los riesgos que conllevan. Sin embargo, pese a su atractivo inicial, su narrativa termina siendo predecible y con poca profundidad.

Un coqueteo con lo clásico y lo contemporáneo
Estrenada exclusivamente en salas, la cinta cuenta la historia de Romy Mathis (Nicole Kidman), una CEO poderosa en sus cincuenta que mantiene una vida aparentemente perfecta: un marido (Antonio Banderas), éxito profesional y una rutina de lujo. Pero detrás de esa fachada impecable, Romy busca algo más: una chispa de pasión y peligro que encuentra en su joven pasante Samuel (Harris Dickinson), 25 años menor que ella.

El filme plantea preguntas provocadoras: ¿Es ético que una jefa tenga una relación con un subordinado? ¿Quién ejerce realmente el poder en esta dinámica? Pero lo que podría haber sido una exploración compleja se resuelve demasiado pronto. Las respuestas a estas cuestiones se exponen de manera tan directa en los primeros 30 minutos que dejan poco espacio para el desarrollo narrativo en el resto de la película.

Entre el riesgo y el placer
A diferencia de sus predecesoras del género, Babygirl no juzga a sus personajes. Samuel no es un villano clásico, sino un hombre ambiguo, manipulador pero no malicioso. Romy, por su parte, encuentra en la relación clandestina un peligro que la atrae y, al mismo tiempo, la pone en riesgo de perder todo lo que ha construido. Este vínculo entre placer y peligro se mantiene como uno de los ejes centrales de la trama, aunque no logra sorprender ni profundizar lo suficiente.

Un estilo visual entre lo suntuoso y lo torpe
Visualmente, Reijn apuesta por una estética que mezcla lujo y superficialidad: mansiones, oficinas con vistas a Manhattan y espacios llenos de brillo. Sin embargo, la ejecución técnica resulta inconsistente. La cámara a menudo parece fuera de lugar, oscilando entre planos demasiado cercanos o tomas distantes que no aportan a la narrativa emocional. Los primeros planos de Nicole Kidman, en particular, exponen una limitación actoral que la propia película aborda con ironía, a través de un comentario mordaz de su hija en la trama: “Parecés un pescado”, dice tras una aplicación de bótox.

Audacia y fragilidad
Lo más destacado de Babygirl es la valentía de Kidman al interpretar un personaje que desafía los estándares sociales y estéticos. Pero las escenas de sexo explícito, aunque audaces, no logran compensar la falta de profundidad del guion. La película intenta equilibrar su estilo con contenido, pero termina siendo una experiencia más visual que emocional.

Babygirl: deseo prohibido promete más de lo que entrega. Aunque plantea cuestiones interesantes sobre el poder, el deseo y las relaciones humanas, se queda en la superficie de su propia provocación. Es una propuesta que atraerá por su audacia inicial, pero que probablemente no deje una huella duradera en el espectador.