Además, el uso excesivo de pantallas en los chicos genera dificultades en el aprendizaje del lenguaje y en el sueño.
Es sabido que los dispositivos están presentes en todos los ámbitos y a pesar de que son una herramienta de trabajo y desarrollo, afectan la calidad de vida cotidiana. Es en el caso de los niños, el uso excesivo de los dispositivos afecta el desarrollo social, afectivo y el lenguaje.
La psicopedagoga Amira Greco, (Matrícula 907) con orientación en psicoanálisis, expresa, “vemos que afecta un montón en varias áreas del desarrollo, principalmente lo que tiene que ver con lo cognitivo y social”,
Los lazos con los otros son los puentes que permiten conectar con el mundo en general y la inmersión en el lenguaje. Por eso, una de las principales cuestiones que se ve afectada, es el desarrollo del lenguaje en los niños. “Cuando se empieza a indagar cómo son los vínculos con los adultos o el tiempo de exposición de las pantallas, se ve cómo eso afecta el desarrollo de su lenguaje”, explica la especialista.
Otro aspecto que se observa es la afectación del desarrollo cognitivo no solo a nivel de atención y la concentración, sino también en lo referido a lo que es el desarrollo simbólico, que es un requisito necesario para que se pueda dar el aprendizaje: “es la capacidad que tiene el niño para poder representar a través de la fantasía el mundo en general”, indica Greco.
Esto se puede observar, por ejemplo, a través del dibujo, un medio por el cual se evalúa la capacidad de ese desarrollo que es la base del aprendizaje.
Los diagnósticos y las etiquetas están a la orden del día y muchas veces se confunde un mal uso de un dispositivo con déficit de atención o hasta incluso, autismo.
Los especialistas recomiendan evitar el uso del dispositivo antes del año. Un consejo que en la práctica muchas veces queda solo en la teoría.
La psicopedagoga explica que “vivimos en un mundo que está repleto de una estimulación de pantallas y de tecnología constante, y tampoco se puede abstraer al niño de ese mundo, porque muchas veces terminan quedando excluidos”. Y recomienda, “no pasa ni por el exceso ni por la prohibición completa. Si no de tratar de hacer un uso responsable, medido y cuidado. Sobre todo, supervisado por un adulto”, recomendó la especialista.
En este escenario los adultos tienen la responsabilidad de cuidar el consumo que los pequeños hagan y de ofrecerles tiempo de calidad para evitar el empleo de la tecnología.
El desafío se centra en ofrecerle al chico alternativas en que los padres estén más presentes y que el tiempo de calidad se pueda disfrutar a través de actividades lúdicas como el dibujo o compartir un cuento.
En los chicos, aprender tiene que ver con el deseo de conectarse con el mundo, investigar y conocer. Cuando un adulto ofrece a un niño una pantalla, esa capacidad de construir fantasías se pierde porque el dispositivo ofrece una opción en la que todo está armado.