Las consecuencias del cambio climático son de amplio conocimiento para las sociedades de todo el mundo. El último informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) publicado en marzo de 2023 [1] advierte que el calentamiento global en este siglo está en camino a superar el límite acordado de 1,5˚C. En los últimos años, se han desarrollado diversas estrategias y tecnologías sostenibles que han permitido mitigar las consecuencias del cambio climático y minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Una de dichas estrategias, la cual ha ocupado un lugar importante en debates internacionales, radica en la captura y el almacenamiento de carbono (CAC o CCS, por sus siglas en inglés) en reservorios geológicos. A grandes rasgos, la CAC consiste en captar el CO2 en procesos industriales en los que normalmente sería emitido a la atmósfera.
Esta metodología durante años se encontró fuera del foco general debido a sus elevados costos y complicaciones operativas. No obstante, la misma ha cobrado mayor importancia en los últimos años. A modo de ejemplo, la UE ha apostado por esta tecnología y según lo establecido en un proyecto de Ley de España, de acuerdo con los estudios efectuados, podría llegar a evitar en 2030, emisiones que representan aproximadamente el 15% de las reducciones exigidas en el ámbito de la Unión Europea [2].
Según un estudio desarrollado en agosto de 2022 por la consultora Wood Mackenzie, (una empresa de Verisk) la capacidad de Captura, Utilización y Almacenamiento de Carbono (CCUS) prevista a nivel mundial ha alcanzado los 905 millones de toneladas anuales (mtpa), con más de 50 nuevos proyectos anunciados este trimestre. A su vez , la consultora afirma que está previsto que hasta 90 proyectos alcancen la etapa de inversión en 2023.
¿En que se basa esta metodología?
La CAC se basa en reducir la cantidad de CO2 (uno de los gases de efecto invernadero más importantes) liberado a la atmósfera como resultado de las actividades industriales, como por ejemplo centrales eléctricas. Consiste en los diversos procesos tecnológicos realizados para recolectar el CO2 antes de que sea liberado a la atmósfera y luego almacenarlo de manera segura en reservorios geológicos. Si bien la metodología de almacenamiento más conocida y que ha recibido mayor atención radica en la utilización reservorios geológicos terrestres, existen otras opciones de almacenamiento como secuestro de carbono terrestre (en la biósfera), almacenamiento de carbono oceánico (inyección en profundidades de los océanos) y transformación del carbono gaseoso en minerales carbonáticos [4].
A grandes rasgos, este proceso consiste en 3 etapas: captura, transporte y finalmente almacenamiento. La primera de ellas radica, lógicamente, en la separación y captura del CO2 del flujo gaseoso obtenido como resultado de los procesos industriales. Para ello existen varios procesos, pero el más comúnmente utilizado es denominado postcombustión, donde se utiliza un líquido que selectivamente absorbe el CO2. Acto seguido, el mismo deberá ser comprimido para su transporte a la locación deseada. Finalmente, el almacenamiento geológico involucra la utilización de yacimientos de petróleo y gas agotados, vetas de carbón no explotables y acuíferos salinos profundos [5]. El CO2 comprimido podrá ser inyectado en formaciones rocosas con una porosidad aceptable a través de distintos métodos que son ampliamente utilizados hace muchos años por la industria de hidrocarburos.
¿Qué desafíos hay por delante?
Resulta importante destacar que esta metodología aún posee diversos desafíos a superar, tanto económicos como ambientales. Si bien las innovaciones tecnológicas han permitido optimizar esta tecnología, los elevados costos siguen acotando, en cierta medida, las oportunidades.
Aunque CAC se ha implementado con éxito en múltiples sitios alrededor del mundo existen preocupaciones sobre la contención a largo plazo, especialmente para el almacenamiento a gran escala. Con respecto a esto, un modelo publicado en diciembre de 2022 en Geophysical Research Letters [6] afirma que los beneficios de la captura y almacenamiento de CO2. para mantener un clima habitable superan indudablemente los riesgos de fuga.
A su vez, se posiciona como una técnica que no actúa sobre la raíz de la emisión de CO2, sino que funciona de una manera paliativa. En este sentido, aún existe mucha polémica en el ambiente científico y , si bien el IPCC reconoció su papel como tecnología de transición, la aplicación de la captura de carbono no debe suplantar bajo ningún concepto los esfuerzos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
[1] https://www.ipcc.ch/report/ar6/syr/
[2] https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/proyectos-de-cooperacion/cooperacion-internacional/proy_ley_ccs.aspx
[3] https://www.woodmac.com/press-releases/ccus-planned-capacity-nearing-1-billion-tonnes-per-annum
[4] Stephens, J. 2006. Growing interest in carbon capture and storage (CCS) for climate change mitigation. Sustainability: Science, Practice, & Policy 2(2):4–13.
[5] Metz, B., O. Davidson, H. de Coninck, M. Loos, & L. Meyer (Eds.). 2005. Carbon Dioxide Capture and Storage. IPCC Special Report. Intergovernmental Panel on Climate Change Working Group III.
[6]I. R. Kivi, R. Y. Makhnenko, C. M. Oldenburg, J. Rutqvist, V. Vilarrasa. 2022. Multi-Layered Systems for Permanent Geologic Storage of CO2 at the Gigatonne Scale. Volume49, Issue24
Fuente: Bioguia.com