El neurólogo y máster en Neurociencias, Hugo Valderrama, brindó una serie de recomendaciones para que el uso de estos dispositivos no se torne un problema para los más chicos.
Dar el ejemplo: hay neuronas llamadas “espejo” que aprenden por imitación. De nada sirven los consejos sobre el buen uso de estos dispositivos, si los niños ven que los padres hacemos justamente lo contrario.
Utilizar aplicaciones gratuitas como “Family Link” para programar celulares: Family link es una aplicación gratuita de google, que se instala en el celular de los padres y de los hijos; de esta manera los padres pueden programar el tiempo máximo y horarios de uso del celular, limitar contenidos y que le soliciten permisos para instalar nuevas aplicaciones.
Brindarles información: mantener conversaciones que expliquen cómo determinada tecnología puede ser útil y/o agradable con un correcto uso.
Supervisar los contenidos: impedir que se encierren en su habitación. Las pantallas deben ser de los padres, que les son brindadas a sus hijos como herramientas, previas explicación de su uso, no de los hijos.
Esforzarse por brindarles todas las alternativas posibles: fomentar la inventiva, priorizando las actividades creativas.
Antes de comprarle el celular a nuestros hijos, los padres deberán responderse la pregunta del ¿para qué?, ¿con qué objetivos y límites se lo brindaremos?
Entretenimiento: los videojuegos siguen siendo habitaciones de pocos centímetros, con estímulos infinitamente limitados, donde un software determina al consumidor que puede hacer, mientras pasa horas encerrado en ellas. Un dato a tener en cuenta: el 70% de los videojuegos involucran en su desarrollo u objetivo, violencia en diferentes grados, llegando a un nivel impensado por muchos padres que lo desconocen.
Comunicación: “la tecnología nos acerca a los lejanos, pero nos aleja a los cercanos”. Si reemplaza la comunicación que puede ser presencial, se está restando lenguaje corporal, fluidez al hablar, expresiones, sensaciones físicas y lo más importante, la empatía que genera “estar” junto al otro.
Conocimiento: internet puede mostrarnos maravillas que de otra manera nunca alcanzaríamos, pero tambíen basura que tampoco alcanzaríamos. Explorar la red es maravilloso, partiendo por los provechosos accesos, que aporta a la enseñanza. Pero deben tener guías, para ello primero como adultos, debemos conocer los recorridos. Luego a medida que crecen, enseñarles a distinguir y diferenciar, paso previo y fundamental para tener la libertad de elegir.
Reconocimiento: su búsqueda por sí misma en el mundo virtual, puede provocar una sobrevaloración de los demás, si es que solo observan expresiones de deseo totalmente alejadas de la realidad. Los espectadores que ignoran lo que pasa detrás de las pantallas, desconocen las necesidades, emociones y sentimientos de fondo, impidiendo que se forme cualquier red natural de apoyo y contención humana.
Si la respuesta es “porque todos lo hacen”, seguramente no estamos dando nuestro esfuerzo como padres. Cada persona y familia tiene sus propias necesidades, debemos analizar de forma evolutiva según cambien las circunstancias, que es lo mejor para nuestros hijos.
Las formas de educar a edades tempranas ante una frustración, un esfuerzo o una recompensa condicionan conductas futuras, la posterior capacidad de atención y aprendizaje.
A menor edad el niño, menos desarrollada tiene su capacidad de autocontrol por lo cual no es recomendable iniciar ese entrenamiento con estímulos tan adictivos, como pueden serlo ciertas aplicaciones en el celular.
La diversidad infinita de estímulos que brindan a nuestras neuronas el contacto con otra persona, la sociedad y nuestro planeta no son superados por pequeñas habitaciones virtuales.
Debemos mantener la esencia de las tecnologías, como herramientas que nos ayuden a vivir en plenitud y libertad, no en esclavitud. Si por nuestro mal uso dejan de ser útiles, nos inutilizan.