Cómo la adopción puede sanar las heridas del abandono en la infancia

Close-up of dad and son taking hands of each other on a green field

Por orfandad, falta de cuidados parentales o situaciones de catástrofe, muchos niños pierden sus lazos filiatorios, lo que provoca en ellos un profundo impacto psicológico y emocional. A través de sus nuevas familias, estables podrán ver el futuro con otros ojos

El derecho a tener una familia es del niño y no al revés. Niños, niñas y adolescentes privados de cuidados parentales es la denominación que reciben los que por diversas razones no viven con el padre o la madre y no están bajo el cuidado de estos, cualesquiera sean las circunstancias.

La categoría surge, buscando abarcar en una misma denominación una diversidad de situaciones que llevan a que bebés, niños, niñas y adolescentes ingresen al sistema de protección del Estado. Dentro de ella se ubican: la orfandad, que es la situación de aquellos cuyo padre o madre han fallecido, sean huérfanos simples (quienes han perdido al padre o a la madre) o dobles (quienes han perdido al padre y a la madre); el abandono, definido como aquella situación en la que se encuentran niños, niñas y adolescentes a quienes les faltan en forma temporal o permanente las personas que habrían de encargarse de su cuidado o existiendo, incumplen sus obligaciones y deberes.

También las situaciones debidas a circunstancias de emergencia, como ocurre en los desastres naturales y sociales que dan origen a situaciones de separación de niños, niñas y adolescentes no acompañados y una diversidad de situaciones que impiden, de alguna manera, que tanto el padre como la madre estén temporal o definitivamente al cuidado de sus hijos e hijas (enfermedad, conflicto armado, desplazamiento, explotación económica, esclavitud, vida en las calles, delincuencia, conflictos con la ley penal, etc.).

El orden económico, social, cultural y político influyen en la capacidad de la familia para brindar el cuidado a sus hijos e hijas y poder crear ambientes que permitan un desarrollo y una protección integral.

La mayoría de las veces los profesionales de la salud que atienden infancias privadas de cuidados parentales se encuentran frente a la precariedad y el desamparo de los niños y niñas, sumados a la precarización de respuestas sociales para atender el derrumbe psíquico-social.

La construcción de una familia para niños cuyo lazo filiatorio ha sido arrasado por diversas razones es siempre conmovedor porque se trata de un ensamble; y ensamblar hace referencia a juntar, enlazar, afirmar o unir, en este caso una familia.

El concepto de familias ensambladas se ha utilizado para describir al núcleo familiar en el cual uno o ambos progenitores tienen descendientes fruto de una unión anterior, es decir, una familia formada por uno o dos padres divorciados, viudos o padres o madres que crían sin pareja, lo que es valioso pensarlo también para el proceso adoptivo.

En la adopción también hay un ensamble, pero es distinto. Los bebés, niños, niñas y adolescentes deben atravesar un proceso muy doloroso. El primero, la renuncia a su familia de origen, su filiación. La filiación designa el estatus derivado del vínculo que une al hijo y a su progenitor. Se trata de un estado civil que implica el despliegue de una serie de derechos y obligaciones estables en el tiempo.

Para el psicoanálisis la filiación es un concepto que se refiere a la relación entre un individuo y sus figuras parentales, y cómo esta relación influye en el desarrollo psicológico y emocional del individuo. Es una marca de origen que tiene dos tiempos, uno el de la inscripción de ese niño en la familia que es mítica y formará parte de lo que Freud llamó la novela familiar, y un segundo tiempo, la inscripción legal en el cuerpo social mediante los instrumentos jurídicos.

Cuando la filiación de origen es arrasada y los niños y niñas han sido separados de su familia de origen, según datos oficiales, son debido a causas de violencia; la negligencia, es decir, la falta de responsabilidad parental; el abandono y el abuso sexual. Estos niños, muchas veces les cuesta confiar en los adultos por el trauma vivido.

Ahí aparece el Estado para restituir derechos, y si no logran una nueva vinculación con su familia de origen, deben renunciar a su filiación. Esa renuncia tiene consecuencias psicológicas.

Desde el momento en el que un niño o una niña es adoptado, independientemente de la edad que tenga, comienza un proceso de adaptación psicológica. Dejar atrás para siempre el hogar de origen, la institución que los albergó durante años e ingresar a un nuevo mundo es emocionalmente desafiante. Sin embargo, es este proceso de adaptación el que les permite encontrar un sentido de pertenencia en su nuevo hogar.

El psicólogo, John Bowlby, enfatizó en la importancia del apego seguro en la infancia. Para los niños y niños adoptados, construir un vínculo seguro con sus nuevas familias es esencial para su bienestar emocional. A través de relaciones amorosas y estables, los niños podrán sanar heridas pasadas y comenzar a mirar el futuro.

El trabajo del Estado es muy importante por los cuidados alternativos que brinda cuando los bebés, niñas, niños y adolescentes sufren una vulneración grave de sus derechos por los cuales deben separarse provisoriamente de su familia de origen para garantizar su protección.

En Argentina existen dos modalidades de cuidado alternativo formal: los dispositivos de cuidado residencial (también conocidos como hogares convivenciales o instituciones) y los dispositivos de cuidado familiar (familias externas/ ajenas sin vínculo previo con el niño, niña o adolescente). También, recientemente se ha empezado a registrar a las familias ampliadas.

De acuerdo a un relevamiento de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación (Senaf) y Unicef, en la Argentina hay 9.154 menores privados de cuidados parentales, de los cuales 2.199 tienen su situación de adoptabilidad decretada. Del total de chicos, el 88% (8.588) están en hogares u otras instituciones y el 12% (1.166) se encuentra en familias de acogimiento, solidarias o de tránsito (su nombre varía de acuerdo a cada jurisdicción).

Según los datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua), hay 2.354 legajos de personas y parejas inscriptas para adoptar en el país. De ellos, casi el 90% están dispuestas a ahijar a pequeños de hasta tres años.

Sin lugar a dudas, cada niño tiene una historia única y merece el amor y el apoyo de todos. Al construir puentes hacia estos nuevos hogares, estamos construyendo un futuro mejor para todos.