Abril es uno de los meses por excelencia del huerto, cuando el jardín entra en reposo, pero la actividad en la huerta se reinicia.
Para empezar hay que armar un proyecto, jugar con el lápiz y papel y diseñar tu huerta de acuerdo al espacio que poseas. A no desanimarse si no tenés patio, también podés cultivar en macetas, lo que quieras.
Una vez hecho el proyecto, es importante y fundamental preparar la tierra para el huerto. Una auténtica cuna para nuestros cultivos a la que tenemos que prestarle especial atención en esta época. De ella dependerá que lo que sembremos crezca con fuerza y vigor.
Veamos algunas labores que tenemos que contemplar antes de comenzar a planificar nuestros cultivos.
PASOS PARA PREPARAR LA TIERRA PARA EL HUERTO
Las tareas para preparar la tierra para el huerto no son únicamente para el suelo. También tenemos que aplicarlas a otros espacios en los que vayamos a sembrar, como macetas. Sea cual sea el formato que elijamos para nuestro huerto, es importante que preparemos la tierra a conciencia en el inicio de una nueva temporada.
De un año para otro y por diferentes motivos como el frío, la lluvia o los riegos, la tierra se resiente. Por un lado, se compacta impidiendo la correcta circulación del agua y del aire. Por otro lado y como consecuencia de los cultivos, se desgasta en nutrientes. Dos motivos que obligan a que, año tras año, repitamos estas labores para contar con una tierra sana y rica.
1. Identificar el tipo de terreno
Si bien es algo en lo que no solemos reparar al preparar el terreno para el huerto, es tan importante como cualquiera de sus labores derivadas. Conocer las características de nuestro suelo de siembra nos permite saber qué necesita exactamente para estar en equilibrio. La tierra se divide en dos tipos bien definidos:
- Tierra arenosa: permite una evacuación rápida del agua, por lo que no es la más ideal para cultivos que necesitan humedad. Su principal ventaja es que permite una elevada oxigenación de las raíces gracias a esta capacidad de drenaje.
- Tierra arcillosa: con una alta capacidad de retención de agua, pero sin capacidad de drenarla. Algo que repercute directamente en la oxigenación y salud de las raíces.
2. Eliminar la maleza
Tan solo con el tacto podemos hacernos una idea de cuál es el tipo de suelo que tenemos. Otra buena prueba para identificarlo es humedecerlo para ver cómo se comporta.
Hacemos hincapié en este aspecto porque lo ideal para un huerto es contar con un equilibrio entre suelo arenoso y arcilloso. Algo que, en estado natural, es difícil de encontrar pero que podemos crear utilizando enmiendas como la arlita, presente en un buen número de sustratos; la perlita o la fibra de coco.
Antes de cualquier otra labor para preparar el suelo para el huerto, es imprescindible eliminar aquellas plantas que pueden entrar en lucha por los recursos de agua con las plantas del huerto. Saber cómo erradicar las malas hierbas es vital para que nuestras siembras lleguen a buen puerto. Dado que nuestra superficie de cultivo está destinada a productos de alimentación, es recomendable prescindir de cualquier tipo de químico. De ahí que tengamos que cavar con una azada para extraerlas de raíz.
Aunque puede resultar frustrante, las malas hierbas nunca van a desaparecer por completo del huerto. Es habitual que, un par de días después de regar, comiencen a hacer su aparición. Un momento ideal para arrancarlas, ya que todavía no tendrán fuerza en la raíz para arraigar en condiciones.
3. Airear y mullir, tareas clave para preparar la tierra para el huerto
Y es que son estas dos labores las encargadas de permitirnos renovar y oxigenar la tierra. Para realizarlas, la tierra tendrá que estar húmeda. Lo ideal es que la mojemos a conciencia un par de días antes de comenzar con la labor de airear y mullir. De esta manera, podremos trabajar la tierra sin que ofrezca demasiada resistencia. Si al llevar a cabo esta labor encontramos terrones de tierra, es una señal de que tenemos que humedecerla más.
Para airear y mullir existen varias maneras de hacerlo. Para algunos, lo ideal es cavar en torno a 20 o 25 centímetros de la superficie de cultivo sacando toda su tierra. De esta forma, podremos mezclar nuestra tierra rica de otras cosechas con el compost que nos ayudará a fertilizar el suelo.
Si queremos ser menos invasivos y mantener la estructura del suelo, tendremos que tener más paciencia. Para ello clavaremos la pala a la misma profundidad de entre 20 y 25 centímetros, y separaremos la tierra de los laterales además de extraer la que tengamos en la hoja de la pala. Repetiremos la operación cada 10 centímetros, hasta tener buena parte del suelo del huerto sobre él. Mezclaremos la tierra extraída con el compost antes de volver a colocarla sobre la superficie del huerto.
4. Allanar el terreno
Una vez hemos mezclado nuestro suelo con el fertilizante, es momento de allanar al terreno. El objetivo es que la tierra presente un aspecto fino y una textura suave. Si hemos aireado correctamente, no encontraremos terrones de tierra. Sin embargo, si todavía hay alguno, en el momento del allanado hay que deshacerlos.
5. Abonar y enriquecer para preparar la tierra para el huerto
Aunque hayamos enriquecido el suelo con compost, no está de más proveerlo de más nutrientes. Unos que ayudarán a crear una capa superficial sobre el suelo que, con los riegos y la lluvia, penetrarán en el resto del sustrato. Lo ideal es que nos decantemos por aportarle al suelo materia orgánica que ayude a enriquecerlo.
Una nueva capa de compost, humus de lombriz o estiércol pueden ser el broche final para preparar el suelo para el huerto.
Y una vez descubierto cómo preparar el terreno para el huerto, tan solo nos queda una cosa.
Comenzar a planificar qué cultivos sembraremos en él para poder disfrutar por un lado del increíble placer de verlos crecer. Y, por otro, de esos sabores auténticos que nos regala la tierra.