El tiempo superlativo frente a las pantallas genera problemas que van desde la desconexión con el otro hasta el fenómeno FoMO, que significa el miedo a perderse de algo en internet.
Las redes sociales están siempre a nuestro alcance y las notificaciones llegan casi sin interrupción. Muchas veces creemos o llegamos a pensar que la realidad es lo que sucede online, mientras que lo que ocurre off line, si no se publica, no existe.
No podemos negar que Internet nos resuelve una infinidad de problemas y que nos abre puertas interesantes, desde información sólida hasta conocimientos de zonas distantes. Sin embargo, el acceso ilimitado a la información, así como la sobreestimulación constante nos puede traer conflicto, como todo exceso y el más afectado es la salud mental que se lleva la peor parte.
Ahora bien, hay que advertir que estar en contra de las redes sociales, es estar en contra de la actualidad. De por sí, no son ni buenas ni malas para nuestra salud. Lo que hace la diferencia es cómo nos vinculamos con ellas. No hay que cambiar la tecnología, sino la forma en que la incorporamos a nuestras vidas.
Un estudio llevado a cabo por Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP), investigó la relación entre la adicción a las redes sociales, la autoestima y la ansiedad en estudiantes universitarios, concluyendo que el uso desmedido de plataformas virtuales tiene efectos negativos en la salud emocional.
El ritmo acelerado e inmediato de las redes sociales nos deja una cuota de malestar que se intensifica con el tiempo. Ya no es necesario llegar a casa y encender la televisión, o entrar al auto y sintonizar con la radio para estar al tanto de las novedades de último momento. Basta con navegar unos minutos en Instagram o Twitter para observar un sin números de noticias, videos e imágenes.
Víctor Daniel Gil Vera y Catalina Quintero López, docentes e investigadores de la Universidad Católica Luis Amigó, en Medellín, Colombia, señalaron que “el uso excesivo de redes sociales puede generar alteraciones emocionales por la visualización de información de alto impacto, estándares y prototipos de belleza, cantidad de reacciones a una publicación, ausencia de vínculos sociales reales, etcétera”.
La psicóloga especialista en tecnología, Sherry Turkle, en su libro En defensa de la conversación, indica que “la mera presencia de un teléfono a la vista, nos hace sentir menos conectados con los demás, menos implicados en la vida de los otros”.
Según esta especialista, la hiperconexión hace que cada vez escapemos más de las conversaciones cara a cara.
La investigación publicada por CNEIP expone que el uso excesivo de Internet se ha convertido, en muchos casos, en un intento de huida ante situaciones desagradables. Pero, termina resultando contraproducente ya que provoca un deterioro en la vida social y una inminente sensación de aislamiento.
Los hábitos de la vida diaria se han ido transformando de forma considerable en las últimas décadas. En los jóvenes y adolescentes los trastornos de sueños son cada vez más frecuentes y los hábitos de conducta alimentaria se modifican de acuerdo a tendencias visibles en las redes. La presión por cumplir con los estándares de belleza genera una sensación de insatisfacción difícilmente manejable.
¿Qué es el síndrome FoMO?
El fenómeno FoMO (fear of missing out) es un término psicológico relativamente nuevo. Hace referencia a la sensación de angustia de estar perdiéndonos de algo interesante. Se trata del miedo de que el resto de las personas estén disfrutando algo que nosotros no. Un equipo de psicólogos británicos, definió al concepto como “la aprehensión generalizada de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las que uno está ausente”.
El FoMO genera muchas respuestas emocionales; la ansiedad es la primera en aparecer y la que se dispara a niveles altísimos. Esta sensación de preocupación e insatisfacción nos puede llevar a comportamientos poco saludables.
Con respecto a las pautas de prevención podemos destacar tres medidas que hacen la diferencia:
Aplicar el minimalismo digital: llevar un uso responsable de las redes sociales representa una de las principales medidas de prevención de ansiedad.
Limitar el uso: se destaca la importancia de moderar el uso de redes sociales (tanto en términos de tiempo como de frecuencia) y respetar espacios libres de pantallas para conectar con lo que está pasando aquí y ahora. Se trata de ofrecerse a sí mismo un detox digital siempre que sintamos que necesitamos un respiro.
Trabajar en la autoaceptación: la psicóloga especialista en tecnología también subraya que es fundamental hacer un trabajo de introspección para permitirnos ser quienes somos, teniendo en cuenta que la tecnología nos permite mostrar lo que queremos mostrar y editar eso que no nos gusta.
Y, por último, contar con un espacio de psicoterapia puede ser de enorme utilidad para trabajar este aspecto y conseguir una vida más satisfactoria.