Sin dudas que las emociones influyen en la alimentación y pueden llevar a comer en demasía provocando un desequilibro en la salud física y emocional por lo cual es importante llevar adelante un tratamiento adecuado, según expertos.
Sin darse cuenta, algunas personas comen, aunque no tienen hambre y esto se debe a que en general no perciben que ese algo son sus emociones negativas, como la tristeza, la ansiedad, el estrés, entro otras. A eso de lo denomina Hambre Emocional: la necesidad de ingerir alimentos para aliviar sentimientos.
La nutricionista Mariel Hernández apunta a una diferencia existente entre el hambre y el apetito. El hambre refiere a una sensación fisiológica, la necesidad del organismo de adquirir energía. El apetito, en cambio, implica una preferencia a la hora de seleccionar los alimentos. Y, en condiciones de sufrimiento emocional, también es una respuesta psicológica que toma la forma del deseo de comer.
Algunos Profesionales de la salud mental definen el hambre emocional como un trastorno y otros, como un tipo de alimentación desordenada que tiene un trasfondo psicológico o de comportamiento
Para distinguir el hambre emocional de la real, Hernández sugiere tomar nota de los horarios en que comemos e identificar el tipo de hambre que sentimos. La real sólo aparece horas después de comer. La emocional puede aparecer incluso acabando de comer.
Cabe destacar, que el hambre emocional funciona como un comportamiento desordenado: “La comida puede proporcionar un alivio temporal, pero puede convertirse en un sentimiento de culpa y afectar la salud mental y física a largo plazo”.
El hambre emocional nos puede llevar a elegir alimentos con alto contenidos de grasas y azúcares lo que implica a la larga problemas de salud como la obesidad, hipertensión arterial, colesterol alto, diabetes, enfermedades cardiovasculares y hasta incide en la falta de sueño.
Es importante, identificar el tipo de sentimiento antes de empezar a comer para ser consientes.
