En todos sus trabajos se vislumbra siempre un regreso a lo primordial: “al folklore de su región”. Esta magnífica cantautora da cuenta del amor, el dolor, la nostalgia, el extrañamiento ante el mundo que cambia y el optimismo inquebrantable de quien sabe dónde pararse con su música.
Teresa Parodi habla, compone y canta sobre su pueblo. “El chamamé era considerado una musiquita menor, traída por la gente del interior, la música de las empleadas domésticas de la capital. Se escuchaba en la piecita del fondo. Había mucho desprecio hacia la música del pueblo”, recuerda.
“Yo ví a esa muchacha de la canción –cuenta-. Yo abracé la música del pueblo. La canción “esa musiquita” describe lo que yo vi. Yo llegué a Buenos Aires y militaba en una villa. Una tarde, caminando, por los pasillos vi en una de las casitas de chapa a una muchacha que escuchaba chamamé y bailaba frente a un espejo abrazada a su música. Me detuve y esa imagen no se me va a borrar nunca. Llegué a mi casa y escribí la canción. Se trae tanto dolor y al mismo tiempo no alcanza en una valija todo lo que uno va añorar, tanta soledad tanta falta, tanto no poder, tanta nada”.