Chile, conocido por las impactantes imágenes del Desierto de Atacama cubierto de montañas de ropa, volvió a ocupar los titulares internacionales por la cantidad de residuos textiles, pero esta vez por una razón esperanzadora: el país consiguió el Récord Guinness del mayor intercambio de ropa del mundo.
Más de 2.300 prendas en buen estado fueron intercambiadas durante ocho horas en el Centro Cultural La Moneda, en Santiago. El evento, además de celebrar la reutilización, buscó visibilizar la crisis ambiental provocada por la sobreproducción textil y promover un cambio hacia modelos de consumo más sostenibles.

Cada año, miles de toneladas de ropa son desechadas tras pocos usos, muchas de ellas terminando en vertederos a cielo abierto como el de Atacama. Este intercambio marcó un paso simbólico hacia la economía circular, impulsando la idea de dar nueva vida a las prendas y reducir la dependencia de la llamada fast fashion.
Según el Ministerio de Medio Ambiente de Chile, el consumo promedio de textiles alcanza los 32 kilos por persona al año, generando más de 572.000 toneladas de residuos. Frente a este panorama, la moda circular se presenta como una alternativa concreta para reducir la presión sobre el planeta.
🧵 La contaminación silenciosa de la industria textil
La industria textil es hoy una de las más contaminantes del mundo. La ONU advierte que es responsable del 20% de las aguas residuales globales y del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Desde la producción hasta el descarte, cada etapa del ciclo de la ropa deja una profunda huella ambiental.
El cultivo de materias primas, como el algodón, demanda grandes volúmenes de agua y pesticidas, mientras que los tintes químicos contaminan ríos y suelos, afectando a comunidades cercanas a los polos industriales de Asia, África y América Latina.
Cada año se producen más de 100.000 millones de prendas, muchas de las cuales se usan solo unas pocas veces. La moda rápida impulsa una cadena de producción que prioriza el bajo costo sobre la sustentabilidad.
Además, el avance de las fibras sintéticas como el poliéster genera otro problema: los microplásticos que se desprenden con cada lavado y terminan en los océanos, afectando la fauna marina y la cadena alimentaria humana.
Repensar el modelo productivo, usar materiales reciclados, extender la vida útil de las prendas y fomentar el consumo responsable son pasos esenciales para frenar una crisis que ya es global.
🏜 Del desierto al cambio: un nuevo camino posible
El Desierto de Atacama se convirtió en símbolo del exceso textil mundial. Allí, unas 60.000 toneladas de ropa —gran parte proveniente de Europa y Norteamérica— permanecen amontonadas a cielo abierto, generando contaminación visual, química y atmosférica.
Solo en 2021 ingresaron a Chile más de 46.000 toneladas de ropa usada. Si bien una parte se revende o reutiliza, otra termina en vertederos ilegales, donde los tejidos sintéticos liberan gases tóxicos al degradarse.
El gobierno chileno dio un paso clave al incluir los textiles en la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que obliga a las empresas a hacerse cargo del ciclo completo de sus productos. Sin embargo, las organizaciones ambientales piden una aplicación efectiva y urgente para evitar que el desastre de Atacama siga creciendo.
♻️ El cambio en la industria es posible
El reciente Récord Guinness demuestra que el cambio es posible cuando la sociedad se involucra. Transformar el hábito de comprar en exceso por la práctica del intercambio o la reutilización es más que una tendencia: es una necesidad ecológica.
Chile, que alguna vez fue noticia por su “cementerio de ropa”, hoy busca ser reconocido por su compromiso con un modelo de consumo consciente. En esa transición, el desierto podría dejar de ser símbolo del desperdicio y convertirse en un ejemplo de transformación ambiental.
Fuente: BBC





