
Bullying o acoso escolar son sinónimos de una misma conducta: persecución física o psicológica que realiza un estudiante contra otra de forma negativa, continua e intencionada. Esta acción, también, tiene lugar en internet y se denomina ciberacoso o ciberbullying.
La Unesco, conocida como la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, estima que más de 240 millones de niños y adolescentes podrían ser víctimas de la violencia en el interior y alrededor de sus escuelas. “Aunque se sabe que el acoso escolar deja huellas profundas en quienes han sido víctimas, es frecuente que las escuelas no faciliten espacios de diálogo, lo que termina alentando el silencio, la indiferencia y el ocultamiento”, explica un documento emitido por Unicef en el año 2022.
En ese marco, la Licenciada en Psicopedagogía María Zysman, expresó: “el bullying es una forma de violencia que puede darse entre niñas, niños y adolescentes, que consiste en la búsqueda intencional, deliberada y reiterada de hacer sentir al otro humillado. Para que ese otro se sienta humillado tiene que haber espectadores que apoyen a quien lo hace y no protejan o no salven a quien es puesto en ese lugar.
La fundadora de Libres de Bullying señaló que, para encontrar esa estructura de humillación, quien tiene ese comportamiento realizará todo lo posible para hacer sentir que no vale, o vale menos a quien es la víctima. Debido a que el bullying abarca a todas las formas de acoso físico, verbal o social que los estudiantes comenten hacia uno o varios compañeros.
Desde UNICEF, aseguran que, tanto en redes sociales como en la vida real, tanto la víctima como el impulsor del acoso escolar tienen ciertas particularidades:
- Frecuentemente muestra baja autoestima, inseguridad o timidez, puede dejar de juntarse con sus amigos y buscar continuamente la compañía de adultos.
- Suele estar aislado por sus compañeros y tener poco apoyo en redes sociales.
- Puede mostrar reacciones pasivas, provocadoras (imitando a sus acosadores) o reproducir el acoso hacia otras víctimas.
- Hay señales que pueden ser dejar de asistir a clase, bajar el rendimiento o mostrar desinterés por el colegio.
- Deja de participar en su grupo de compañeros.
- Sufre cambios bruscos de humor, en su alimentación o en su uso de las redes sociales.
- Puede manifestar miedo a la soledad, ataques de pánico, insomnio o pesadillas.
- Puede presentar lesiones físicas, perder cosas o llevarlas rotas.
Por otro lado, el organismo (Unicef), también enumeró algunos comportamientos que admiten reconocer a un agresor: - Actúa impulsivamente buscando reconocimiento y aceptación.
- Manipula, se comporta de forma agresiva y tiene baja tolerancia a la frustración.
- El ciberagresor puede comportarse con normalidad en el plano físico y mostrar su lado agresivo en las redes.
- Ciberagresor es todo el que produce contenidos, los sube a las webs, los ve y los comparte.
En cuanto a cuáles son las señales para detectar si un niño es víctima de bullying, se podría explicar que cualquier chico o chica cambia sus hábitos, su conducta al comer, dormir, mirar a los demás, muchas veces está pendiente o no de su dispositivo por lo cual está expresando algo que puede tener que ver o no con el acoso.
El resultado de ese impacto en la vida de una persona afecta la autoestima y la salud mental con consecuencias en la confianza hacia sí misma o mismo y hacia los demás. Como también incide en el bajo rendimiento escolar y la mayoría de las veces motiva al abandono de la escuela.
Por ello es importante abordar estos fenómenos desde una perspectiva de derechos “siendo conscientes de que las niñas, niños y adolescentes también están expuestos a violencia en las instituciones de sus comunidades”, resaltaron desde UNICEF en el documento.
El acoso escolar se puede prevenir con acciones que, básicamente, están en la mano de los adultos. “Con tanta información que circula, a veces no del todo certera, hay docentes que esperan que el chico esté destruido para darse cuenta de que hay bullying, y hay que intervenir ante las primeras señales”, afirmó Zysman.
Hay chicos que padecen el acoso sin llegar al extremo por medio gestos discriminatorios como burlas, apodos, miradas, entre otras. Aunque estas sean chiquitas hay que prestarles atención.
En esta situación, sin lugar a dudas que el consejo es escuchar siempre al niño, darle confianza y mantener toda la calma del mundo y darle el espacio para que el niño nos pueda contar. Los padres tienen el derecho de pedir confidencialidad tanto para con su hijo que es es hostigado como respecto al accionar de la entidad educativa con el hostigador.
UNICEF señaló cuatro acciones que pueden realizar los adultos para prevenir el bullying: - Fomenta los vínculos afectivos y enseña a detectar relaciones tóxicas.
- Trabaja la apertura a la diversidad y a asumir la diferencia como riqueza.
- Como testigos de un caso de acoso enseña que siempre hay que actuar.
- Educa en el uso de la tecnología en su día a día, enseñando a tus hijos a navegar con sentido crítico.
- Escucha y habla con tus hijos, potencia su confianza.
- Actúa. Si lo dejas pasar, podría empeorar, por lo cual comunícaselo oficialmente al colegio.
- Valora la necesidad de asistencia sanitaria, física o psicológica y enseñe a tus hijos a anticipar y a actuar frente al acoso.
Zysman concluyó expresando: “Los chicos que son victimizados ya no lo viven de manera tan silenciosa, se quejan de que no tienen grupo para trabajar, que hacen juntadas y no los invitan, que no la pasan bien a la escuela. No quieren levantarse a la mañana para ir a la escuela, que refieren que no los quieren, que les cuesta, y que muchas veces lo que sucede es que los adultos minimizan esos signos o hasta que no estalla no se les da importancia”.