En tiempos de hiperconectividad y vínculos mediados por pantallas, la forma de entender la fidelidad también está cambiando. Conductas que antes pasaban desapercibidas —como poner “me gusta” a una foto, enviar un mensaje privado o modificar la vestimenta para causar una impresión— hoy reavivan viejos dilemas con una nueva etiqueta: microcheating.
Este término, que en español podría traducirse como “microengaños”, describe una serie de actitudes sutiles que, aunque no impliquen una infidelidad física, pueden interpretarse como una falta de compromiso emocional con la pareja.

La psicóloga australiana Melanie Schilling lo define como “todo comportamiento fuera de la relación principal que uno no puede compartir abiertamente con su pareja”. Aunque no se trate de una traición evidente, son pequeñas señales que pueden erosionar la confianza si se repiten o se ocultan.
El entorno digital, un terreno fértil
Con el auge del teletrabajo y las redes sociales, las oportunidades para estas interacciones se multiplicaron. Según William Schroeder, terapeuta con base en Texas, el entorno actual facilita este tipo de conductas porque “el riesgo percibido es muy bajo”. Y justamente ese “bajo riesgo” es lo que hace que muchos no lo vean como una amenaza real para la relación.
La psicóloga Abby Medcalf, especialista en vínculos afectivos, también advierte que muchas de estas prácticas se desarrollan en redes o por mensajes de texto. “La mayoría de mis pacientes que atraviesan crisis lo hacen a partir de interacciones digitales que comenzaron de forma aparentemente inocente”, indicó.


¿Todo vale? La importancia de los acuerdos
No todas las parejas interpretan estos gestos de la misma manera. Lo que para una persona puede ser una simple interacción social, para otra puede generar incomodidad o desconfianza. Por eso, los expertos coinciden en la necesidad de establecer límites claros y acuerdos desde el inicio del vínculo.
“Si uno cree que la relación está bien, no piensa en lo que puede estar faltando. Pero a veces esos pequeños desajustes crecen si no se conversan a tiempo”, explicó Schroeder. Por ejemplo, si la relación comenzó en una app de citas, es clave consensuar si esas cuentas seguirán activas o si se dejarán de usar al formalizar el vínculo.
Además, cuando alguno de los dos detecta un cambio en el otro —más uso del celular, evasivas o actitudes distintas— lo recomendable no es espiar ni acusar, sino abrir un espacio de diálogo honesto. “La curiosidad sincera ayuda más que el juicio. Decir ‘noté que estás más pendiente del teléfono, y me genera dudas’ puede abrir una conversación más sana”, sugirió Medcalf.
¿Es o no es infidelidad?
El microcheating no tiene una única definición, y probablemente esa sea su característica más compleja. No hay una lista cerrada de lo que se puede o no se puede hacer. Pero sí existe una pauta clara: si algo que hacés no se lo contarías a tu pareja, o sabés que le molestaría si lo supiera, probablemente estés cruzando un límite.
En definitiva, la fidelidad en la era digital ya no se mide solo por lo físico, sino también por lo emocional, lo simbólico y lo que se oculta. Lo importante, como siempre, es la comunicación: anticiparse a los conflictos, conocer las expectativas del otro y, sobre todo, tener claridad sobre qué significa ser leal en una relación.