En su libro “La fábrica de cretinos digitales”, el neurocientífico francés Michel Desmurget lanza una advertencia inquietante pero documentada: el uso excesivo de dispositivos digitales, especialmente entre niños y adolescentes, está deteriorando nuestras capacidades cognitivas, disminuyendo el coeficiente intelectual colectivo y generando una pérdida alarmante de atención, memoria y pensamiento crítico.

El autor, director de investigación del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia (INSERM), se apoya en decenas de estudios científicos para sostener que la exposición precoz y masiva a las pantallas no solo afecta el desarrollo cerebral, sino que está generando una regresión intelectual global. En sus palabras, “antes de la era digital, el ser humano era más inteligente, más lector, más creativo y más reflexivo”.
¿Qué está pasando con el cerebro en la era digital?
Según Desmurget, la sobreexposición a pantallas —ya sea a través de redes sociales, videojuegos, videos en YouTube o aplicaciones de entretenimiento— afecta directamente el desarrollo del cerebro, especialmente en edades tempranas. A diferencia del aprendizaje activo que implican la lectura o la interacción social real, el consumo pasivo y fragmentado de información digital produce una disminución en las capacidades del lenguaje, la concentración y el pensamiento abstracto.
“Nunca en la historia un entorno tan empobrecedor ha sido ofrecido de forma masiva a los cerebros en desarrollo”, sentencia Desmurget.
Uno de los datos más alarmantes del libro es la caída sostenida del coeficiente intelectual en las nuevas generaciones. Esto, señala el autor, no es un accidente, sino una consecuencia directa de los hábitos digitales y la transformación radical del tiempo libre en los hogares modernos.
De las redes sociales a la fábrica de cretinos
Desmurget sostiene que las redes sociales han transformado el ecosistema cultural y educativo, sustituyendo actividades intelectualmente ricas por estímulos breves, triviales y emocionales. La lectura profunda, la escritura, el diálogo argumentado o incluso el aburrimiento creativo han sido reemplazados por el “scroll infinito”, los likes y el consumo compulsivo de contenidos que no requieren esfuerzo mental.
Y lo más preocupante, afirma, es que los sectores que más defienden el uso indiscriminado de tecnología en la infancia son los mismos que se benefician económicamente de esa dependencia, generando una situación de manipulación sistemática que compara con las tácticas de la industria del tabaco décadas atrás.
¿Hay salida?
Lejos de un discurso tecnofóbico, Desmurget no propone la eliminación total de las pantallas, pero sí una regulación clara y consciente de su uso, especialmente en los primeros años de vida. Sugiere:
- Limitar el tiempo frente a pantallas según la edad.
- Fomentar la lectura, el juego libre y la conversación familiar.
- Retrasar el acceso a redes sociales y dispositivos personales.
- Promover una alfabetización digital crítica en las escuelas.
El mensaje de La fábrica de cretinos digitales interpela a padres, educadores, gobiernos y a toda la sociedad: estamos frente a una transformación cultural que exige decisiones urgentes si queremos evitar una generación cada vez menos capaz de pensar, razonar y crear.
Un libro que no deja indiferente y que invita a preguntarnos: ¿quién está educando realmente a nuestros hijos? ¿Nosotros o los algoritmos?