Marcos Curioni tiene 49 años y vive a metros del último punto de la escollera Sur de Mar del Plata, cerca del Monumento a “San Salvador”, patrono de los pescadores.
Curioni trabaja como sereno de una empresa arenera y allí, también, montó un museo de piedra, que cobra vida cuando sube la marea.
Durante su adolescencia, un duelo de miradas con un león en el ex zoo porteño lo marcó para siempre.
“En ese momento yo estaba muy deprimido e intenté quitarme la vida. Me acosté a dormir creyendo que era el sueño más largo del mundo y, de pronto, sonó el teléfono. Era mi hermana desde La Plata. Yo estaba en Palermo en un piso 15. Me dijo: ‘Mañana quiero ir al zoológico, ¿me acompañás?’. Fuimos. Cuando llegamos a la jaula donde estaban los leones, uno de ellos se puso de pie, caminó hacia donde estábamos nosotros, se paró justo enfrente mío y me clavó la vista. Mi hermana comenzó a hacer chistes. La gente que estaba al lado, también. Dimos la vuelta y me siguió. Me quedé quieto y me imitó. La gente empezó a murmurar y yo empecé a incomodarme. Al final nos fuimos”.
Al día siguiente regresó al zoo. “Me senté en un banco y empecé a mirarlo. Otra vez lo mismo. Se paró enfrente mío y fijó la mirada. Entonces me levanté y me acerqué hasta donde estaba permitido. Lo miré y le dije: ‘Gracias’. Después me largué a llorar y me fui”, cuenta.
Sin dudas hubo un antes y un después de ese episodio para Marcos. “Ese león fue el único que se dio cuenta de lo que me estaba pasando. Su mirada me transmitió fuerza para seguir adelante. Desde ese día entendí que hay que aguantarse la tormenta, porque después sale el arco iris. Y este lugar, para mí, es un arco iris. Se llama ‘La escollera del león’, en tributo a ese animal”, dice.
Marcos es dibujante y pintor, aunque nunca vivió del arte. En 1998 formó parte de la reconocida productora Polka. Después se instaló en España, donde se dedicó a trabajar como guardavidas y a hacer mantenimiento de piscinas. A finales de 2013 regresó a la Argentina. “Extrañaba a mi mamá”, expresó Marcos. Después consiguió un puesto en el puerto de Mar del Plata y, desde 2018, se dedica a cuidar la escollera y esculpir piedra.
Curioni expresa: “Trabajo con un martillo, válvulas de autos y discos de amoladora, cuando se pueden comprar, porque son caros. Me ayudan muchísimo a devastar la piedra”. No todo es escultura. “A veces se me ocurren obras y las hago con lo que tengo a mano. Como esta cabeza de termo”, dice, mientras hace hablar al torso de un maniquí que lleva puesta una corbata negra y una tapa de termo en vez de cabeza.
El lugar es hipnótico y son varios los turistas que se acercan a recorrerlo. Llegan por el boca a boca o porque lo siguen a Marcos en su cuenta de Instagram (@la_escollera_del_leon_). A diferencia de un museo convencional, acá no hay guías ni carteles que indiquen hacia dónde ir. Hay pinturas de grandes figuras, como Diego Armando Maradona, Carlitos Balá, Olmedo y Porcel y el “El Zorro”, en su versión de Don Diego de la Vega. Frida Kahlo y la Monna Lisa, esta última con una máscara submarina. “La pinté durante la pandemia. Se llama tiempo de respirar”, cuenta.
La estrella del lugar es la escultura de piedra de Poseidón. Una imponente figura con corona y tridente dorados, recubierta con una red que hace de túnica, y ubicada en la orilla del mar sobre las piedras. Por lo que Marcos cuenta: “Me llevó tres meses hacerlo. No sé si es mucho o poco tiempo porque todavía estoy aprendiendo a esculpir”,
Aunque las obras están a la intemperie, no se arruinan. “La piedra no se estropea. El viento y la sal terminan de moldearla. Lo mismo con las pinturas: el salitre las protege. Esto no significa que van a durar toda la vida, pero sí un poco más de lo habitual”, dice Marcos.
Como hechizadas por la fuerza de la naturaleza, las figuras de piedra cobran vida cuando sube la marea. Al respecto, explica, “las olas pasan por encima y envuelven la obra. Cuando las tapa el agua es como que vuelven al mar”.