[BUENOS AIRES] En la zona pampeana –principal región productiva argentina– las lluvias contienen los agroquímicos glifosato y atrazina hasta en un 80 por ciento, según una investigación de la Universidad de La Plata (provincia de Buenos Aires).
Estos agroquímicos están presentes incluso en ciudades alejadas de los lugares donde se vierten directamente estos productos, reveló el estudio publicado en Science of the total environment basándose en 112 muestras tomadas durante casi dos años en pueblos y ciudades de cuatro provincias.
“Que el glifosato y la atrazina estén en la lluvia suma un factor de exposición más al ambiente y al ser humano que no se estaba considerando”.
Lucas Alonso, Centro de Investigaciones del Medio Ambiente
“La movilidad de los plaguicidas posaplicación existe. Entre los pueblos que recorrimos existía la inquietud respecto de qué sucedía si luego de la fumigación llovía y si los químicos podían ser arrastrados. En algunos lados circulaba el mito de que cuando el glifosato toca el suelo desaparece, algo que demostramos es falso”, señaló a SciDev.Net Lucas Alonso, investigador del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA) y uno de los autores del estudio.
Su detección en algunos lugares, como Ituzaingó (Córdoba), llegó al 100 por ciento mientras que en la ciudad de La Plata apenas rozó el límite de cuantificación. Ambos agroquímicos son muy usados en la agricultura en todo el mundo, a pesar de sus potenciales riesgos para la salud demostrados en diversos estudios [1].
“Que el glifosato y la atrazina estén en la lluvia suma un factor de exposición más al ambiente y al ser humano que no se estaba considerando. Y como son compuestos no naturales tienen impactos asociados a su mayor o menor potencia tóxica y se usan pese a que no sabemos cuáles son sus efectos”, agregó Alonso.
Para el biólogo Enrique Rodríguez, profesor asociado de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Conicet, “el trabajo demuestra que los dos herbicidas más utilizados en Argentina (glifosato y atrazina) son sustancias contaminantes ampliamente diseminadas en los ambientes agrícolas, con un altísimo porcentaje de detección en agua de lluvia, lo que favorece mucho su dispersión hacia los ambientes aledaños a las áreas de cultivo”.
Rodríguez, que ha investigado cómo perjudican ambas sustancias a los crustáceos, añade que “las concentraciones, sobre todo de glifosato, que se han detectado están en el mismo orden de magnitud que las concentraciones que nosotros caracterizamos como crónicamente perjudiciales para la reproducción de estos animales”.
Mientras tanto, Brasil y Argentina, los dos principales productores de soja transgénica –cuyo insumo clave es el glifosato– de la región, tienen leyes para prohibir el herbicida en distintos estados de avance parlamentario.
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En el caso de Argentina, el proyecto de ley para prohibir su uso en todo el territorio nacional se encuentra en la Cámara de Senadores desde marzo de este año para su trabajo en tres comisiones, aunque es probable que no prospere y que corra la misma suerte que proyectos similares anteriores. No obstante, en doce ciudades del país ya está prohibido.
“Y eso que el glifosato no es el compuesto más tóxico: detrás de él se esconden más de 300 sustancias aún peores”, concluyó Alonso. El próximo paso de su equipo será, precisamente, medir la presencia de esas otras sustancias tóxicas en el agua de lluvia de la región.
> Enlace al resumen del artículo en Science of the Total Environment