
Este domingo de Pascua, los cristianos celebran la Resurrección de Jesús, un acontecimiento central de la fe que, desde la visión profunda del libro Arpas Eternas de Josefa Rosalía Luque Álvarez, adquiere un significado aún más trascendental: el triunfo absoluto del espíritu sobre la materia, de la vida sobre la muerte.
En esta obra espiritual, Jesús no solo resucita como un milagro divino, sino como la manifestación de un ser plenamente consciente de su misión cósmica. Luego de su crucifixión, su cuerpo físico fue envuelto en vibraciones de luz, y su espíritu, nunca separado de la esencia divina, irrumpió en el plano material con una luminosidad que estremeció los planos invisibles y visibles.
Según Arpas Eternas, la Resurrección fue un proceso espiritual de altísima frecuencia, donde las fuerzas del universo y los planos superiores se alinearon para acompañar a Jesús en su glorioso regreso. Su aparición a María Magdalena no fue un simple reencuentro humano, sino el acto de una conciencia despierta que se manifiesta para confirmar que la vida verdadera es eterna, y que el alma puede trascender toda limitación terrenal.
La Pascua, en esta mirada, no es solo el festejo de un hecho histórico: es un llamado al alma a despertar, a elevarse, a comprender que la muerte no es el final, sino el pasaje a otra dimensión de la existencia. Es la invitación a renacer en el amor, en la paz y en la sabiduría del espíritu.
Desde esta visión, Arpas Eternas nos recuerda que la Resurrección no fue sólo de Jesús, sino también una promesa viva para toda la humanidad: la de que cada ser, al igual que Él, puede resucitar internamente cada vez que elige la luz sobre la oscuridad, la conciencia sobre el miedo, y el amor sobre el ego.