El fenómeno Leda es una ola que no para de crecer y convoca multitudes de distintas regiones del país en el Parque Independencia de la ciudad Rosario. Más allá, de sus jornadas de oración los días martes, hace una vida normal. Leda es una laica de unos 40 años, tiene cinco hijos y una nieta de 5 años.
Como cada martes, el ex predio de la Sociedad Rural, desborda de gente. Esta vez más que las dos veces anteriores. La fila es más larga y ocupa una buena parte del gran complejo que fue sede de otros eventos masivos. La mayoría son personas enfermas, jóvenes o grandes, con acompañantes.
Leda no pasa desapercibida, atrae las miradas, tiene ojos negros y el pelo del mismo color. Mirada profunda. Después de la misa y antes de las bendiciones de su parte, habla con los pocos periodistas que se acercan. Y asegura que su aporte comenzó hace años: “Trabajamos en gran parte de la periferia. Es espectacular. Hermoso. Mucha conversión. La gente necesita que la escuchen. ¿Quién se detiene a escucharlos? Nosotros no queremos convertir a nadie. Nosotros vamos simplemente a escucharlos. Ese es un don de Dios. El saber escuchar”, comenta.
Consultada por su relación con la Iglesia Católica, expresa: “Somos una comunidad que sirve a Dios. Tenemos el apoyo de nuestro obispo (Eduardo Martín). Sacerdotes que nos acompañan”. Por otra parte, afirma que ella no es la sanadora. “Dios sana. Yo no hago nada. Nosotros tenemos que enamorarnos de Dios”.
Con respecto a su vida por fuera de estos encuentros, responde: “Trabajo. Atiendo mi casa. Lo que hace cualquier persona normal. Voy al gimnasio cuando puedo (risas). Hago una vida normal”. Ratifica tener cinco hijos y una nieta “hermosa”, según sus palabras. Y también una hermana llamada Melisa en Tierra del Tuego.
Lejos de pensarse especial, expresa: “Soy una más. A lo mejor transmito a Dios de otra manera. Cualquiera lo puede lograr. Cualquiera lo puede hacer. Para estar acá dejé un montón de cosas, trabajé muchísimos años con los chicos haciendo un montón de misiones. Hoy se concentra acá”. “Dios está. Tenemos que dejar a un lado el pesimismo, la negatividad.
La entrevista grupal termina con un concepto sobre la Cuna de la Bandera. Una urbe que sigue golpeada por las olas de violencia y muerte. “Si Rosario por algún modo fue un motivo de escándalo, que sea un motivo de alegría. Es un tiempo nuestro. Unidos para adelante”, afirma.