La periodista Melinda Wenner Moyer al portal de The New York Times, recordó que: “En una encuesta telefónica publicada en 1997, investigadores de Iowa y Minnesota entrevistaron a 267 adultos. Alrededor de las tres cuartas partes de los entrevistados afirmaron que a veces se despertaban antes de que sonara la alarma, y una cuarta parte dijo que nunca tuvieron que usar una alarma para despertarse”
En el estudio realizado hace 25 años, se decidió invitar a 15 de los encuestados a un laboratorio para observar, en un plazo de tres días, en qué momento se lograban despertar. El resultado de la investigación determinó que los pacientes amanecían siempre 10 minutos antes de que suene la alarma predeterminada.
Para los investigadores, el factor clave es el denominado reloj biológico, cuyo nombre médico es núcleo supraquiasmático, sincroniza y coordina el ritmo circadiano, el cuerpo para diferentes momentos del día, como dormirse por la noche y levantarse a la mañana.
Según Foster, director del Instituto de Neurociencia Circadiana y del Sueño de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña, la manera que el cuerpo manifiesta esta labor es al detectar los niveles de luz. En ese aspecto, las células comunican al ser humano que el horario habitual para levantarnos está acercándose. “Esto desencadena cambios, como aumento en las hormonas cortisol y adrenocorticotropina, así como en la presión arterial”, detalló el especialista británico.
El neurólogo Ravi Allada, investigador de la Universidad Northwestern señaló que, “nuestro cuerpo puede despertarse en función de cuánto tiempo ha pasado desde que nos acostamos, trabajando casi como un reloj de arena”, y agregó: “Si nos acostamos sabiendo que debemos levantamos en cuatro horas, podemos establecer que algo asegura que podemos levantarnos a esa hora fijada”.
Sin embargo, no todo está resuelto. Tanto el cansancio como el estrés puede influir en el reloj biológico y corporal. Debido a que este comportamiento está en faceta de estudio, los especialistas recomiendan establecer siempre un horario usual para que el cuerpo se acostumbre a ese momento del día.
Algunas recomendaciones: cambiar de sabanas y de almohadas de forma periódica, no usar el celular en la cama, evitar todo ruido molesto o distracción en la habitación y utilizar ropa cómoda para dormir.