El cambio climático dejó de ser un fenómeno distante para convertirse en una realidad visible y cotidiana en Argentina. Sequías prolongadas, olas de calor extremas, inundaciones repentinas y el preocupante retroceso de glaciares son señales inequívocas de una transformación ambiental que atraviesa al país de norte a sur, en línea con las tendencias globales.

Impactos visibles en todo el territorio
Por su diversidad de climas y ecosistemas, Argentina enfrenta distintos tipos de consecuencias:
- Región Pampeana: la sequía histórica de 2022-2023, la peor en más de seis décadas, provocó pérdidas millonarias en la producción de soja, maíz y trigo, pilares de la economía exportadora.
- Cuyo y la Cordillera: los glaciares que alimentan los ríos mendocinos y sanjuaninos retroceden rápidamente, comprometiendo el abastecimiento de agua para consumo humano y riego agrícola.
- Noreste y Litoral: las lluvias intensas y las crecientes de los ríos Paraná y Uruguay generan inundaciones que afectan a miles de familias y desplazan comunidades enteras cada año.
- Patagonia: además del retroceso glaciar, la desertificación avanza en las zonas áridas y los incendios forestales se vuelven más frecuentes y difíciles de controlar.
Efectos en la economía y la sociedad
El impacto no es solo ambiental: la economía argentina, fuertemente dependiente del agro y de los recursos naturales, también sufre las consecuencias. Según estimaciones oficiales, la sequía de 2023 redujo las exportaciones agrícolas en más del 20%, afectando las reservas internacionales y generando presiones inflacionarias.
A su vez, los fenómenos extremos repercuten en la salud pública —aumento de enfermedades transmitidas por mosquitos como el dengue y golpes de calor—, además de dañar infraestructura, viviendas y servicios básicos. Las comunidades rurales y los sectores más vulnerables son los más afectados.
Respuestas y desafíos pendientes
Argentina adhirió al Acuerdo de París y cuenta con un Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático, que fija metas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y fomentar energías limpias. En ese sentido, los parques solares y eólicos han crecido de manera sostenida en provincias como Buenos Aires, La Rioja, San Juan y Chubut.
Sin embargo, los especialistas advierten que los esfuerzos aún son insuficientes. Es necesario reforzar el financiamiento, la innovación tecnológica y la articulación entre Nación, provincias, municipios y sector privado, además de impulsar la educación ambiental y la participación ciudadana como pilares del cambio cultural hacia un consumo más responsable.
Una oportunidad para transformar el modelo productivo
Frente a los desafíos, la crisis climática también ofrece una oportunidad para repensar el desarrollo argentino. El país cuenta con vastos recursos naturales, un potencial enorme en energías renovables y una sociedad civil cada vez más comprometida con la sostenibilidad.
El mensaje es claro: el cambio climático ya no es un problema del futuro, sino un desafío del presente. Afrontarlo con decisión será clave para garantizar un país más equilibrado, resiliente y habitable para las próximas generaciones.