Un estudio advierte que el apuro constante nos desconecta de los demás y altera nuestra percepción de la realidad

Un estudio reciente encendió las alarmas sobre un fenómeno cada vez más común: vivir apurados no solo genera estrés, sino que reduce la calidad de nuestras relaciones y distorsiona la forma en que percibimos el mundo. Según los investigadores, la sensación permanente de urgencia activa en el cerebro un “modo automático” que prioriza la velocidad por encima de la atención, la empatía y la reflexión.

El trabajo explica que, cuando las personas sienten que no tienen tiempo, dejan de mirar a los demás a los ojos, escuchan menos y responden sin pensar, lo que afecta profundamente los vínculos familiares, laborales y sociales. La prisa provoca que el cerebro filtre la información de manera superficial, lo que lleva a malinterpretar situaciones, cometer más errores y reaccionar de manera impulsiva. Como consecuencia, se incrementan los conflictos y se reduce la capacidad de conectar emocionalmente con quienes nos rodean.

Otro punto destacado del estudio es que el apuro sostenido modifica la percepción de la realidad: el entorno parece más hostil, el tiempo más escaso y las tareas más pesadas de lo que realmente son. Esto crea una sensación de urgencia artificial que alimenta un círculo vicioso de ansiedad y desconexión. Las personas apuradas registran menos detalles, retienen menos información y tienden a olvidar momentos importantes porque su mente está enfocada en “lo que viene” y no en “lo que está pasando”.

Los especialistas recomiendan incorporar prácticas para desacelerar, como pausas conscientes durante la jornada, ejercicios de respiración, caminatas sin prisa y actividades que favorezcan la atención plena. También sugieren recuperar hábitos simples: conversar sin mirar el reloj, comer sin pantallas y dedicar unos minutos al día a observar el entorno.

La conclusión es contundente: vivir corriendo nos aleja de los demás y de nosotros mismos. Reducir la velocidad no significa perder productividad, sino ganar claridad, bienestar y presencia en cada momento.

People Are Less Nice When in a Hurry (2025) — un estudio de investigadores de la SWPS University — concluye que las personas que se sienten apuradas tienden a ser “menos agradables” con otros, es decir, disminuye la amabilidad y las pequeñas atenciones que facilitan la convivencia social. Phys.org

🧠 Qué mostró el estudio

  • Las personas que reportaron sentirse con prisa recientemente demostraron menores niveles de “niceness” o amabilidad hacia otros. Phys.org
  • Pero —y este es un punto interesante— quienes tenían altos niveles de “mindfulness” o conciencia plena no mostraron esa caída en la amabilidad, lo que sugiere que estar presente puede moderar los efectos negativos de la prisa. Phys.org

Este estudio coincide con la idea de que un modo de vida acelerado puede dañar las relaciones interpersonales y contribuir a una desconexión emocional/social.

⚠️ Complementos: Lo que sabemos (y lo que no)

  • No hay consenso absoluto: otro estudio — The Busier the Better: Greater Busyness Is Associated with Better Cognition (2016) — encontró que, en adultos mayores, un estilo de vida muy “ocupado” se asociaba con mejor memoria y otras funciones cognitivas, lo cual sugiere que “estar ocupado” no siempre es negativo por sí mismo. PMC
  • En otros trabajos, la “percepción de estar ocupado” (no necesariamente estarlo) influye en decisiones, hábitos de consumo y en cómo las personas priorizan su tiempo, lo que puede tener consecuencias psicológicas.